lunes, 22 de marzo de 2010

Miguel Brito Rodíguez


Miguel Brito Rodríguez nació en Santa Cruz de La Palma el 25 de septiembre de 1876. Su padre era natural de Barlovento y su madre había nacido en Tenerife. La familia vivía entonces en una casa de tres pisos sita en el número seis de la calle Díaz Pimienta de la capital palmera. Tenía tres hermanos, de los cuales el segundo varón, llamado Tomás, estudió en el Seminario de La Laguna y fue párroco de Puntallana, siendo distinguido más tarde con el título de Predicador de Su Majestad. Sin embargo, de poco le sirvió tal distinción cuando en 1928 fue desposeído de la titularidad de la parroquia, en tiempos del discutido obispo fray Albino Menéndez-Reygada. En su defensa publicó dos años después un alegato titulado Autodefensa o el caso de Puntallana.

Los inicios de Miguel Brito Rodríguez en la fotografía se deben a su espíritu inquieto y a su gran interés por la cámara oscura. Al parecer, su primer equipo fotográfico lo compró a un alemán, al que no debió ir bien el negocio, lo que le permitió abrir un estudio en la capital palmera y, posteriormente, otro en Los Llanos de Aridane.

Al respecto, hay que señalar que en 1865, casi cuarenta años después de que Nicéfero Niepce obtuviera la primera fotografía, se abrió en La Palma el primer estudio fotográfico que existió en la isla, de la mano de Aurelio Carmona y Santos María Pego, según información recogida en las páginas del periódico El Time (8 de enero y 29 de abril del citado año).

De su espíritu inquieto y activo se cuenta que en esta época Miguel Brito dirigió un grupo de teatro con el que representó obras del dramaturgo Vital Aza y algunas suyas. Se dice también que tenía un don especial para recitar poesía. Era persona exigente, susceptible, orgulloso, franco y con un gran poder de seducción. Durante sus idas y venidas a los Llanos de Aridane para atender el estudio que tenía instalado en La Placeta, tuvo dos hijas con Dolores Hernández Martín. El contacto con ellas, según contaría años después su viuda Blanca Rosa Padilla, lo perdería por completo.

Un día, Miguel Brito emprendió la más trascendental de sus aventuras. Atraído por las noticias del cinematógrafo -se sabe que tenía “una máquina francesa de manivela”, posiblemente la Lumière-, su espíritu aventurero le llevó a viajar a Estados Unidos en busca de uno de estos aparatos más avanzado, pero a su paso por La Habana estableció contacto con los comerciantes Coromina & Co. y encontró lo que buscaba, perfeccionando de ese modo su habilidad en el oficio, de modo que permaneció varios meses en la capital cubana y desistió de continuar su viaje a Nueva York “tomando una de esas decisiones -escribe Jorge Gorostiza- que pueden hacer cambiar una vida totalmente… ¿quién sabe si Miguel Brito hubiese sido un pionero en los Estados Unidos? ¿quién sabe si conociendo su forma de ser aventurera, hubiese acabado en Hollywood?”.

Después de varios meses de permanencia en la capital cubana, Miguel Brito regresó a las islas con uno de estos aparatos, lo que habría de convertirle en el pionero del cine en Canarias.

El 26 de abril de 1897 tenía expuesto un kinetoscopio en el Círculo en el Círculo Mercantil de Santa Cruz de Tenerife. El kinetoscopio era un aparato inventado por el equipo de Edison, en el que, al introducir una moneda, se le permitía ver la película a una sola persona a través de un visor.

Tres días más tarde, en el diario La Opinión se escribía del kinetoscopio lo siguiente: “Prodigioso es el invento del electricista americano y en él vese con exacta fidelidad, las aptitudes y movimientos de las figuras que representan la fotografía iluminada”. El periodista que escribió la noticia calificaba de Edison como “electricista”, un adjetivo que le corresponde por derecho propio al ser la primera persona que ejerció esta profesión. Brito tenía expuesto, además, “un perfeccionado fonógrafo”. El público acudía “en gran número al espectáculo” donde cada noche se representaba una escena distinta.

Cuatro meses más tarde, el 31 de julio, Brito exhibió el kinetoscopio en Santa Cruz de La Palma. En la edición del 2 de agosto siguiente de Diario de Avisos era calificado como “la maravilla del presente siglo”. A raíz de dicha exhibición se publicó el primer anuncio cinematográfico de la historia canaria, compuesto en la imprenta de Diario de Avisos en el que aparece un grabado del aparato con una dama mirándolo y las “películas” que se podían ver, entre las cuales figuraba la “Danza serpentina”, ejecutada por la famosa bailarina francesa Loie Fuller y que se exhibió en la mayoría de los kinetoscopios. Otro título repetido es el espectáculo de la “Bella Geraldine”, de quien -como recoge Gorostiza- se escribió en un periódico de San Sebastián que “aquella belleza circense que fue famosa en Madrid y que murió, viejita y pobre, en una republiquita americana”.

A partir de 1898 se proyectaron películas de corte más moderno. Quienes trajeron el cine a Canarias eran, por lo general, peninsulares o extranjeros que recorrían las islas de gira “artística”. Sin embargo, el primer canario que se decidió a exhibir permanentemente un cinematógrafo, por las razones expuestas, fue Miguel Brito.

El 13 de febrero del citado año, domingo en el calendario, Miguel Brito inauguró una cinematógrafo Lumière en el “Salón de variedades” situado en los bajos del Círculo Mercantil. En el Diario de Tenerife (15 de febrero, 12 y 23 de marzo) y La Opinión (15 y 17 de febrero) aparece como “sinematógrafo”, error de transcripción oral. Cada noche el espectáculo se dividía en tres secciones y en cada una se representaban “distintas escenas animadas serias y cómicas obtenidas por la luz eléctrica”, mientras que los intermedios eran animados por un cuarteto musical.

Dice la crónica de La Opinión del 15 de febrero que las secciones que más habían agradado al público eran las que representaban “Los siete pasos de la Pasión de Jesús”, pues eran de “muchísimo efecto”, y la “Noche toledana”. Las representaciones de la primera tuvieron mucho éxito en el cine de entonces por su conocido argumento, logrando con ello que los moralistas radicales dejasen de atacar al nuevo espectáculo, considerado inmoral por estar en un mismo recinto hombres y mujeres juntos… y a oscuras.

El 18 de febrero, la crónica de La Opinión dice que se proyectaron “La llegada del tren”, “Escuela de equitación”, “El cazador” y “otras varias”. Algunas escenas de “llegadas de tren” habían sido rodadas en distintos países. Después de que Lumière proyectara por primera vez la suya se dice que la gente, asustada, salía corriendo de sus sillas. Sin embargo, la proliferación de películas sobre este tema hace pensar que efectivamente tuvo un efecto importante sobre el público.

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