jueves, 17 de marzo de 2011

Revolución de 1934

La Revolución de 1934 o huelga general revolucionaria en España de 1934, fue un movimiento huelguístico, revolucionario que se produjo, entre los días 5 y 19 de octubre de 1934, durante el bienio radical-cedista de la II República. Este movimiento estuvo alentado desde amplios sectores e importantes dirigentes del PSOE y la UGT, como Largo Caballero o Indalecio Prieto[cita requerida] y de forma desigual por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y el Partido Comunista de España (PCE).

Los principales focos de la rebelión se produjeron en Cataluña y en Asturias, aunque los sucesos más graves tuvieron lugar en esta última región.

Tras las elecciones generales de 1933, los radicales forman un gobierno monocolor minoritario liderado por Alejandro Lerroux, y apoyado en las Cortes por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Este último partido, de ideología clerical conservadora y antirrepublicana, al ser el partido más votado, se había convertido en la principal minoría de la Cámara.

En octubre de 1934, la CEDA retira su confianza al gobierno centrista de los radicales de Lerroux y exige participar en el mismo. El presidente de la República Alcalá-Zamora, a pesar de los temores que le inspiraba la doctrina de Gil-Robles sobre el accidentalismo de las formas de gobierno, decide indicar a Lerroux que se incluyan tres ministros de la CEDA en el Gabinete.

Sin embargo, este nombramiento no es aceptado por los partidos de izquierda, especialmente el PSOE, que esperaban una convocatoria anticipada de elecciones generales.

En las elecciones anteriores el PSOE habiendo obtenido 1.627.472 votos obtuvo 58 escaños, mientras que los radicales, con 806.340 votos obtenían 104 escaños, resultando que de los 8.535.200 votos emitidos, 3.365.700 fueron para partidos de derechas, 2.051.500 para partidos de centro y 3.118.000 para los partidos de izquierda.[1] Esta diferencia se debió a la modificación de la legislación electoral, realizada en 1933 con el apoyo de los partidos entonces mayoritarios, entre ellos el propio PSOE.

La Revolución de AsturiasArtículo principal: Revolución de Asturias de 1934
En Asturias la CNT mantenía una postura más proclive a la formación de alianzas obreras que en otras zonas de España. De esta manera esta organización y la UGT habían firmado en marzo un pacto con el que estuvo de acuerdo la FSA, federación del PSOE en Asturias, fraguando la alianza obrera plasmada en la UHP surgida el mes anterior. A La UHP se le irían uniendo otras organizaciones obreras como el BOC, la Izquierda Comunista y finalmente el PCE.

Los mineros disponían de armas y dinamita y la revolución estaba muy bien organizada. Se proclama en Oviedo la República Socialista Asturiana y se ataca a los puestos de la Guardia Civil, las iglesias, los ayuntamientos, etc., estando a los tres días casi toda Asturias en manos de los mineros, incluidas las fábricas de armas de Trubia y La Vega. A los diez días, unos 30.000 trabajadores forman el Ejército Rojo. Hubo actos de pillaje y violencia no achacables a la organización revolucionaria. Pero la represión fue muy dura donde los revolucionarios encontraron resistencia. Desde el gobierno consideran que la revuelta es una guerra civil en toda regla, aún desconociendo que los mineros empiezan a considerar en Mieres la posibilidad de una marcha sobre Madrid.

El gobierno adopta una serie de medidas enérgicas. Ante la petición de Gil-Robles comunicando a Lerroux que no se fía del jefe de Estado Mayor, general Masquelet, los generales Goded y Franco (que tenía experiencia al haber participado en la represión de la huelga general de 1917 en Asturias) son llamados para que dirijan la represión de la rebelión desde el Estado Mayor en Madrid. Estos recomiendan que se traigan tropas de la Legión y de Regulares desde Marruecos. El gobierno acepta su propuesta y el radical Diego Hidalgo, ministro de la Guerra, justifica formalmente el empleo de estas fuerzas mercenarias, en el hecho de que le preocupaba la alternativa de que jóvenes reclutas peninsulares murieran en el enfrentamiento, por lo que la solución adoptada le parece muy aceptable.

Durante la revolución de 1934 la ciudad de Oviedo quedó asolada en buena parte, resultan incendiados, entre otros edificios, el de la Universidad, cuya biblioteca guardaba fondos bibliográficos de extraordinario valor que no se pudieron recuperar, o el teatro Campoamor. También fue dinamitada La Cámara Santa en la Catedral, donde desaparecieron importantes reliquias llevadas a Oviedo, cuando era corte, desde el Sur de España.

El general Eduardo López Ochoa, comandando las fuerzas militares gubernamentales, se dirigió a apoyar a las tropas sitiadas en Oviedo, y el coronel Juan Yagüe con sus legionarios y con apoyo de la aviación. La represión posterior fue muy dura.

En Langreo y en el barrio de El Llano de Gijón se llegaron a dar breves experiencias de comunismo libertario:

En el resto de España hubo algunos incidentes reprimidos rápidamente por las fuerzas del orden republicanas.

Se estima que en los 15 días de revolución hubo en toda España entre 1.500 y 2.000 muertos (aunque algunos autores hablan de 1.000 o de 4.000) de los que unos 320 eran guardias civiles, soldados, guardias de asalto y carabineros y unos 35 sacerdotes. La ciudad de Oviedo quedó prácticamente destruida. Y se estima que en toda España fueron detenidas y sometidas a juicio entre 15.000 y 30.000 personas que participaron la revolución. Los datos son difíciles de comprobar debido a la fuerte censura que se aplicó sobre esta revolución.

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