Juan Prim salía de casa la noche del 27 de diciembre de 1870 a las 19:30, dirigiéndose en un carruaje al Ministerio de la Guerra acompañado de su ayudante personal Nandín y del coronel Moya. Al llegar a la calle del Turco, se encontraron dos berlinas detenidas al final de la misma, desembocando ya en la calle Alcalá.
El carruaje del general Prim tuvo que detenerse ante el imprevisto entorpecimiento. El coronel Moya, que iba situado junto a la ventana se asomó para ver en qué consistía la detención, viendo tres hombres vestidos con blusas que apuntaban carabinas o retacos.
En ese momento el Moya gritó “¡Bájese usted, mi general, que nos hacen fuego!“. Inmediatamente sonaron tres detonaciones por el lado izquierdo y algunas más por el lado derecho. El cochero, al advertir lo que pasaba, comenzó a insultar y dar latigazos a los asesinos, así como azotó a los caballos para que arrancaran rápidamente atropellando a los dos carruajes que se habían interpuesto en el camino.
Una vez estuvieron en la calle Alcalá, el cochero y el coronel Moya ayudaron a los heridos, el general Prim y su ayudante, a subir al Ministerio de la Guerra. El general Prim subió por sí solo, viéndose ayudado únicamente de la barandilla, pero con la mano y el hombro visiblemente dañados.
I: General Prim pintado por Serrano
Esto es una adaptación de la crónica del suceso publicada el día 28 de diciembre de 1870 en La Información. Ninguna de las heridas que recibió el general Prim aquel día era mortal y unos cuidados correctos hubieran asegurado la curación. No fue hasta el día 29 de diciembre, dos días después del atentado, cuando se comenzó la extracción de los proyectiles, localizando un total de ocho proyectiles en su herida del hombro, no siento utilizados los medios correctos de cauterización de las heridas.
La mañana del 30 de Diciembre, las heridas se habían infectado notablemente, complicando la salud del general Prim. Fue entonces cuando se avisó por primera vez al doctor Sánchez Toca, el mejor cirujano de la ciudad, para que se ocupara del general Prim. Éste, tras reconocer a Prim dijo: “Me trae usted a ver un cadáver".
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